viernes, 1 de mayo de 2009

CASI NADA

Lo que acompaña a un hombre en su soledad, eso que nadie puede darle ni quitarle, es más esencial para él que ninguna otra posesión. Lo que él pueda parecer a los ojos de los demás le importa muy poco. En la soledad más absoluta, un hombre de talento encuentra con qué divertirse sana y agradablemente, mientras el ser limitado, por más que vaya a fiestas, espectáculos, paseos y diversiones, no llegará a sofocar el tedio que le atormenta. Un carácter bueno, moderado y dulce, encuentra la felicidad en sus pensamientos y en su propia imaginación, aún en la indigencia. Todas las riquezas sin embargo, no pueden satisfacer a un carácter ávido, envidioso y perverso. En cuanto al hombre dotado con permanencia de una individualidad extraordinaria, espiritualmente superior, puede prescindir de la mayoría de los goces a que el hombre común aspira generalmente; además, no son para él más que un trastorno y un peso.
Decía San Juan: «Para vivir necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito muy poco». También Sócrates decía viendo algunos objetos de lujo expuestos para la venta: «¡Cuántas cosas hay que yo no necesito!»