domingo, 2 de agosto de 2009

LA CULTURA DEL DESECHO ¿Comprar o reparar? ¿Regalar o donar? Reciclar, botar... pero ¿dónde?

El cambio de la televisión análoga a digital convirtió de un día para otro a cientos de millones de aparatos en obsoletos. La vasta mayoría de menores recursos, amaneció enfrentada a una desconsoladora disyuntiva: Acondicionar el viejo aparato o hacer un sacrificio y comprar uno nuevo. Para los otros, “la minoría”, deshacerse de aquellos dinosaurios era sólo cosa de escoger entre dos opciones filantrópicas: Regalar o donar el aparato.
Pero no sólo los televisores análogos constituyen lo que hoy se conoce como desecho electrónico o E-waste. Los beepers, celulares, relojes, máquinas de fax, impresoras, copiadoras, las cámaras fotográficas no digitales y las computadoras no hacen otra cosa que agregar una capa más a la montaña de basura electrónica que en proporciones alarmantes se produce hoy en día. Y a decir verdad, poco o nada le importa a la mayoría –ni a la minoría–, dónde va a parar y qué se hace con la materia prima de este “nuevo” negocio.
Desde hace ya casi una década el E-waste, colocó a las políticas gubernamentales en el serio compromiso de proponer campañas de reciclaje. Una nueva era de defensores del planeta surgió y, como consecuencia, una moda más; véase Al Gore y sus aliados. Reciclar, sin embargo, tiene su costo y su inversión no es precisamente un negocio que proporcione dividendos a corto plazo. A los gobiernos les ha quedado entonces la otra opción: Botar… pero ¿dónde?
En Estados Unidos no se castiga a nadie por comerciar con material de desecho, sea éste tóxico o no; y como para honrar la libertad nada mejor, en este caso, que la premisa de “Trade is always good and it should be free”, todos quedan libres de culpa y –lo más importante– de multa. De modo que el desecho electrónico americano consiguió destino, ahorrándole así al gobierno –de paso– el alto costo que significa procurarse una forma propia y doméstica de ponerle fin al círculo vicioso del veneno.
Según Jim Puckett, líder de la campaña contra el comercio global de E-waste y director ejecutivo del Basel Action Network, con base en Seattle, el 80% de la basura electrónica de Estados Unidos va a parar a Hong Kong. Específicamente a 50 lugares utilizados para estos fines; entre ellos, la población de Guiyu, situada en el sureste de la provincia de Guangdong. Allí, cientos de mujeres ejecutan diariamente la quema de miles y miles de desecho electrónico, exponiéndose a sí mismas, a sus crías y a la población en general, a los gases que, como de un crematorio gigante, emanan del sitio.
Puckett advierte que la importación de E-waste es ilegal en la China desde 1966, pero ese país ha sufrido de tal modo los estragos de la carencia de metales, que se ha hecho de la vista gorda con este asunto; sobre todo porque este negocio le asegura al país una tasa de empleo que estaría muy lejos de rebasar sin él.
De acuerdo al Profesor Huo Xia, del Shantou University Medical College, a hora y media de Guiyu, se han realizado pruebas con 165 niños cuyas edades oscilan entre uno y seis años, y las mismas han arrojado altas concentraciones de plomo en su sangre. Afirma que el plomo puede afectar el desarrollo del sistema nervioso central de los infantes y en consecuencia, su inteligencia.
El segundo cementerio digital del mundo lo localizó Puckett en Agbologbloshie, un suburbio en la afueras de Acra, la capital de Ghana, donde –exponiéndose a tóxicos como el bromuro de cadmio, el mercurio, el plomo y el humo del plástico que sirve de aislante a las computadoras– niños de edades comprendidas entre los 12 y 17 años, rompen aparatos electrónicos con piedras, palos e, incluso con sus propias manos, para sacarle los cables, quemarlos y extraer de ellos algún residuo de cobre que, al completar un kilo, podrán vender por un dólar a los compradores y revendedores de metal de la ciudad.
Respondiendo a las preguntas de varios estudiantes de la British Columbia University, Jim Puckett habla de las políticas mundiales y los efectos del comercio del desecho tóxico. “En Europa fueron más previsivos. Ellos detuvieron a tiempo el comercio de desecho tóxico, aplicando y respetando la ley BASEL que prohíbe la exportación de cualquier tipo de material tóxico –incluyendo el desperdicio electrónico–, hacia cualquier país en desarrollo”.
No sólo se disponen ahora en Europa a elaborar aparatos electrónicos que prescindan del uso de material tóxico, sino que proponen que sean los fabricantes y no los consumidores los responsables de la vida útil e inútil de cualquier aparato que requiera material tóxico en su elaboración.
Vale decir que, si para cualquier consumidor europeo su celular ya resultó obsoleto y éste fue fabricado, por ejemplo, en Japón, bien puede mandarlo por correo a sus fabricantes y que ellos decidan qué hacer con él. Una medida, si no del todo saludable, al menos responsable y más eficaz. Algo que, a propósito, Estados Unidos debería imitar, pues tan injusto es abonarle la culpa al consumidor como seguir tirándole la basura al vecino.

2 comentarios:

  1. Excelente artículo ma! Envia un e-mail a todos tus contactos para que lo lean y difundan. Yo lo voy a hacer.

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