domingo, 16 de mayo de 2010

LOS GOOGLEROS. Por Elsa Varela


La historia de la humanidad nos habla de mejoramientos y constantes sustituciones. El hombre siempre supo sacar ventaja de ello; basta con dar un vistazo hacia atrás. Del Neolítico para acá, sacudió de sus hombros las cargas más pesadas y las puso en lomos de yeguas y camellos. Un poco más hacia esta era, con la revolución industrial, aquellas cuatro patas, por lentas, resultaron ineficaces y poco rentables. Urgió la hora de una nueva sustitución; surgieron máquinas más sofisticadas y eficientes. El hombre corrió entonces a montar su carga en remolcadores, grúas, camiones etc. Y cada vez que que hizo una sustitución, le quedó tiempo a disposición para dedicarlo a tareas más nobles.


Era de suponer que la -ya no tan reciente- revolución digital, dejase tiempo suficiente al hombre para quedarse en casa, bien fuera a ¨surfear¨ en la Web, o a disfrutar de ratos de esparcimiento dedicables a la música, el teatro, la pintura etc.; es decir, al desarrollo del intelecto. Como consecuencia, se esperaba una población mundial altamente alfabetizada e informada y con mayor propensión al pensamiento crítico. Ha sido así? Hemos hecho buen uso de ese tiempo a nuestra disposición? Ya sé que habrá más de uno diciendo: Depende de lo llamemos intelecto. Yo respondería que es esa facultad sencilla que nos permite leer o ver cualquier material, analizarlo, hacer inferencias y luego mostrar -a través de nuestra eficacia para comunicarlo-, que hemos retenido su significado. Pero bien sabemos que en esto, todos estamos en serios problemas.

Es cierto que desde que Google hizo su entrada en nuestros hogares todo se ha hecho más rápido. Pero así como hoy en día ninos y adultos, científicos y profesionales de cualquier área tienen acceso a información instantánea a través de este servidor cibernético, es innegable que éste nos abruma con la cantidad de opciones que deja a nuestro alcance. Sin contar que nos priva de esa calidad de conocimiento que nos llega del contacto directo con el mundo físico. No es lo mismo ver una manzana -ni siquiera en Flickr-, que tocarla, olerla y luego saborearla. Los ojos que miran a través de una cámara en el chat room no son los mismos que se miran en los nuestros. Hemos ido perdiendo el gusto de saborear la vida. Nos hemos convertido en una generación de ¨googleros¨.

La era digital nos ha hecho impacientes, ¨Oh, esta computadora está tan lenta!¨; ha limitado nuestra capacidad de concentración ¨No te preocupes, busca el mapa en Google”; ha reducido nuestra capacidad para memorizar cosas sencillas -ya nadie recuerda un número telefónico- y ha provocado que nuestra ansiedad vaya en aumento. Lo más triste es que todo ese tiempo disponible que invertimos enviando mensajes de texto, haciendo comentarios en Facebook, en los Blogs, en Twitter o en los correos electrónicos, no se traduce precisamente en una excelente calidad de escritura. Y así como algunos pueden considerar a la obesidad un efecto colateral de la sustitución del trabajo físico por las máquinas, la pereza mental también podría redundar en un efecto nefasto de la sustitución del cerebro por Google.

Es cierto que la cantidad de información que se genera en la Web supera con creces las capacidades y expectativas de cualquier individuo. No podemos negar que miles de árboles se han salvado gracias a esta Era paperless. Pero Gutenberg no nos hizo más estúpidos. Si en aquél entonces el hombre supo asignarle a ese nuevo invento la dosis de tiempo que le correspondía, por qué no podemos hacerlo nosotros hoy con el Internet? Ahora que podemos darnos cuenta de cuán desinformados hemos estado y de cuánto nos queda aún por pensar y aprender. Tal vez haya una lección en todo esto, quizás deberíamos alardear menos, ser un poco más humildes y confiar un poco más en nuestras propias capacidades. Tal vez debamos sentarnos en la quietud de un rincón a leer ese libro que nos nutre con conocimiento imperecedero y no de bolsillo, en vez de hacer alarde queriendo abarcar más de lo que podemos, dejando que Google piense y haga por nosotros.


sábado, 12 de septiembre de 2009

DEKADENCIA

A l e r t a V E N E Z O L A N O S !

P i l a s, C O L O M B I A N O S!

lunes, 3 de agosto de 2009

La puerilización del pensamiento

Develar lo que otros pasan por alto, descubrir –mientras se informa– lo que toca la fibra del ser humano y despertar en él la sed de conectarse de nuevo con la vida es, del periodismo, la misión más encomiable.
Yo no soy periodista, pero sí una asidua lectora, y con un hambre de noticias, que no da visos de saciarse nunca. Antes me debatía entre la radio y la televisión, pero con mucho estupor he ido mudándome para la internet, advirtiendo que la vida pública ha perdido su seriedad y, en consecuencia, el mundo de los periódicos, noticieros y telediarios, simplificándose sospechosamente.
«¿Qué está pasando?» Me pregunto, cuando la noticia local se limita a repetir una y mil veces la hazaña de un primer mandatario que resuelve una metida de pata con un par de cervezas en los jardines de la casa presidencial; un periodismo que para hacerse creíble pone en boca de una niña una verdad a medias, endilgándonos como ejemplo de paternidad a un cantante-bailarín al que no le alcanzó la vida para darse cuenta de que su talento estaba por encima del color de su piel y más alto que su preferencia sexual; o ese periodismo que muestra el arrojo de un tipo que le salva la vida a un gato atrapado entre la rama de un árbol y el techo de su casa. Cuando en el ámbito internacional la importancia de la noticia parece estar en la mención de la cifra de muertes en Irak, no puedo menos que sentir desconsuelo e incertidumbre. ¿Qué pasa con el periodismo de hoy?

¿Estaremos asistiendo a una puerilización tal del pensamiento que ya se corresponde con la boyante industria del infantilismo actual? Porque no podemos negar que éste último ha venido ganando terreno entre nosotros desde hace ya un tiempito. Lo vemos en el auge cinematográfico de los dibujos animados, en las fiestas televisadas de cumpleaños, matrimonios y bautizos de las celebridades, sus proles y sus respectivos perros; lo vemos en la explosión del marketing en el lanzamiento de libros talla Harry Potter; en los pellizquitos de monja entre los conferencistas y sus payasos aduladores que, en aras de un humor rancio, invalidan una opinión sustancial, propiciando con ello un diálogo tonto de superficie que no beneficia a nadie. Nunca como ahora había visto yo a tanto viejo vestido de jovencito, ni a tantas viejas con la piel tan lisa como las nalgas de un recién nacido. La valla parece decir: “Hay que volver a chuparse el dedo”; parece que la red de comunicación que cubre el planeta, ya sea en forma hablada o escrita, visual o auditiva, es una hamaca donde la Humanidad mece sus boberías.
Cuando exijo hechos y no palabras, no es que esté excluyendo la palabra. ¡Atención! La estoy reclamando como acto; es decir, como un hecho. Porque en eso se convierte ella cuando es verdadera. La solapada y cobarde que nos escamotea la noticia, la que pretendiendo convertir lo inexacto en preciso; la que es utilizada inapropiada, confusa y solapadamente, donde debería estar el vocablo que alimenta, la desdeño.
Fracasados los últimos proyectos utópicos, la ciudadanía, de cara los medios, parece asumir el horizonte como un inmenso patio de kindergarten; o, para decirlo como lo vislumbraría Zelaya, “asumir al país desde el cielo como un gigantesco celular inalcanzable en el que no atino a marcar un número” (la frase es mía, no se preocupen, amigos periodistas).

Mucho se insiste y se machaca en eso de la frase políticamente correcta y en la objetividad en la que el periodista de hoy debe estar atrincherado. Debo decir sin ánimo de ofender a nadie, que con esto se ha creado un monstruo: un profesional sin sustancia, un mediador enclenque que bien podría ser reemplazado por una máquina.

Un periodista que se conforma y se limita a ése “ver físico” de la objetividad; a ese "presentar los hechos" sin atreverse a decir todo lo que ve por temor al compromiso, no me trae a mí ninguna noticia. Y me pregunto, ¿es nuestra realidad visible sólo a ésos ojos? Se impondría entonces una explicación más detallada sobre ese otro ver que siempre estrecha la distancia que hay del corazón a las palabras.

domingo, 2 de agosto de 2009

LA CULTURA DEL DESECHO ¿Comprar o reparar? ¿Regalar o donar? Reciclar, botar... pero ¿dónde?

El cambio de la televisión análoga a digital convirtió de un día para otro a cientos de millones de aparatos en obsoletos. La vasta mayoría de menores recursos, amaneció enfrentada a una desconsoladora disyuntiva: Acondicionar el viejo aparato o hacer un sacrificio y comprar uno nuevo. Para los otros, “la minoría”, deshacerse de aquellos dinosaurios era sólo cosa de escoger entre dos opciones filantrópicas: Regalar o donar el aparato.
Pero no sólo los televisores análogos constituyen lo que hoy se conoce como desecho electrónico o E-waste. Los beepers, celulares, relojes, máquinas de fax, impresoras, copiadoras, las cámaras fotográficas no digitales y las computadoras no hacen otra cosa que agregar una capa más a la montaña de basura electrónica que en proporciones alarmantes se produce hoy en día. Y a decir verdad, poco o nada le importa a la mayoría –ni a la minoría–, dónde va a parar y qué se hace con la materia prima de este “nuevo” negocio.
Desde hace ya casi una década el E-waste, colocó a las políticas gubernamentales en el serio compromiso de proponer campañas de reciclaje. Una nueva era de defensores del planeta surgió y, como consecuencia, una moda más; véase Al Gore y sus aliados. Reciclar, sin embargo, tiene su costo y su inversión no es precisamente un negocio que proporcione dividendos a corto plazo. A los gobiernos les ha quedado entonces la otra opción: Botar… pero ¿dónde?
En Estados Unidos no se castiga a nadie por comerciar con material de desecho, sea éste tóxico o no; y como para honrar la libertad nada mejor, en este caso, que la premisa de “Trade is always good and it should be free”, todos quedan libres de culpa y –lo más importante– de multa. De modo que el desecho electrónico americano consiguió destino, ahorrándole así al gobierno –de paso– el alto costo que significa procurarse una forma propia y doméstica de ponerle fin al círculo vicioso del veneno.
Según Jim Puckett, líder de la campaña contra el comercio global de E-waste y director ejecutivo del Basel Action Network, con base en Seattle, el 80% de la basura electrónica de Estados Unidos va a parar a Hong Kong. Específicamente a 50 lugares utilizados para estos fines; entre ellos, la población de Guiyu, situada en el sureste de la provincia de Guangdong. Allí, cientos de mujeres ejecutan diariamente la quema de miles y miles de desecho electrónico, exponiéndose a sí mismas, a sus crías y a la población en general, a los gases que, como de un crematorio gigante, emanan del sitio.
Puckett advierte que la importación de E-waste es ilegal en la China desde 1966, pero ese país ha sufrido de tal modo los estragos de la carencia de metales, que se ha hecho de la vista gorda con este asunto; sobre todo porque este negocio le asegura al país una tasa de empleo que estaría muy lejos de rebasar sin él.
De acuerdo al Profesor Huo Xia, del Shantou University Medical College, a hora y media de Guiyu, se han realizado pruebas con 165 niños cuyas edades oscilan entre uno y seis años, y las mismas han arrojado altas concentraciones de plomo en su sangre. Afirma que el plomo puede afectar el desarrollo del sistema nervioso central de los infantes y en consecuencia, su inteligencia.
El segundo cementerio digital del mundo lo localizó Puckett en Agbologbloshie, un suburbio en la afueras de Acra, la capital de Ghana, donde –exponiéndose a tóxicos como el bromuro de cadmio, el mercurio, el plomo y el humo del plástico que sirve de aislante a las computadoras– niños de edades comprendidas entre los 12 y 17 años, rompen aparatos electrónicos con piedras, palos e, incluso con sus propias manos, para sacarle los cables, quemarlos y extraer de ellos algún residuo de cobre que, al completar un kilo, podrán vender por un dólar a los compradores y revendedores de metal de la ciudad.
Respondiendo a las preguntas de varios estudiantes de la British Columbia University, Jim Puckett habla de las políticas mundiales y los efectos del comercio del desecho tóxico. “En Europa fueron más previsivos. Ellos detuvieron a tiempo el comercio de desecho tóxico, aplicando y respetando la ley BASEL que prohíbe la exportación de cualquier tipo de material tóxico –incluyendo el desperdicio electrónico–, hacia cualquier país en desarrollo”.
No sólo se disponen ahora en Europa a elaborar aparatos electrónicos que prescindan del uso de material tóxico, sino que proponen que sean los fabricantes y no los consumidores los responsables de la vida útil e inútil de cualquier aparato que requiera material tóxico en su elaboración.
Vale decir que, si para cualquier consumidor europeo su celular ya resultó obsoleto y éste fue fabricado, por ejemplo, en Japón, bien puede mandarlo por correo a sus fabricantes y que ellos decidan qué hacer con él. Una medida, si no del todo saludable, al menos responsable y más eficaz. Algo que, a propósito, Estados Unidos debería imitar, pues tan injusto es abonarle la culpa al consumidor como seguir tirándole la basura al vecino.

sábado, 4 de julio de 2009

Sacándose los mocos en los semáforos en rojo


¿Usted es de los que vienen embullados por el título, verdad? ¿Se dejó seducir también por la bobería? ¿No le avergüenza saber que con usted sólo la baba tiene poder de convocatoria? Pues bien, ahora no se vaya. Si está esperando que cambie la luz del semáforo, o se encuentra arriñonado en su casa, control remoto en mano, buscando la formulita mágica que no le despierte el cerebro, ponga mucha atención; LEA, porque esto con usted.
Para empezar, el título de este artículo iba a ser “Lo dijeron dos hondureños”. Pero decidí cambiarlo porque supuse –y no me equivoqué– que con un título como ese, usted jamás me habría acompañado hasta este segundo párrafo.
Vamos juntos, ¿verdad? Lo atrapé, me lo traje pegado a la bolita de mocos. Pues, bien, es bastante doloroso constatar que haya personas interesadas en algo tan banal como esto, mientras un pueblo hermano, en honor a su dignidad, pone en riesgo su derecho a la libertad, por atreverse a defender su Constitución. Porque estoy segura de que a estas alturas la mayoría de nosotros ignora que la madrugada del 28 de junio las Fuerzas Armadas hondureñas demostraron ser garantes de la ley y no estar dispuestas a romper el hilo constitucional de su nación, sacando en ropa de cama a un presidente electo democráticamente para expulsarlo de su curul presidencial. Desconocemos que el Poder Legislativo y su Tribunal Supremo de justicia hondureños en pleno -contraviniendo la decisión del Ejecutivo de aprobar lo que sería “una simple encuesta no vinculante para la población”-, ordenaron poner a Mel Zelaya en un avión rumbo a Costa Rica.

Es cierto que este es un asunto de los hondureños exclusivamente, que son ellos los que deben decidir su destino sin intromisiones foráneas –incluido Isulza–, pero nosotros los hispanos estamos en el deber de indagar, conocer y estar al tanto de lo que sucede en un país tan similar al nuestro. ¿Acaso tenemos alguna idea de lo que son y han sido las Fuerzas Armadas hondureñas? ¿Qué sabemos de su gente, de su historia reciente, de su territorio, de su música, de sus etnias, de su danza y, en general, de sus costumbres? ¿Cuántos de nosotros sabemos que América Ferrara, la Betty la fea de los americanos es de origen hondureño? ¿Alguno de nosotros tuvo noticia de que Oscar Andrés Madariaga, un connotado cardenal hondureño, por poco se convierte en el sucesor de Juan Pablo II? Y ustedes, los amantes del deporte, ¿sabían que José Enrique Cardona del Atlético Madrid y que Carlos Pavón del Real España, son hondureños? ¿Quién de ustedes se enteró en el 2006, que el hondureño David Suazo, del Inter de Milán fue nombrado el jugador extranjero más valioso de la Liga Italiana?

Los medios lo han llamado golpe de estado, pero, ¿se puede llamar golpe de estado a un gobierno provisional constituido por civiles? No hay que olvidar que quien está al mando en Honduras no es ni Masera, ni Stroesner, ni Pinochet ni nada que se le parezca; el jefe es Micheletti y que yo sepa, no es general. ¿En realidad se rompió el Estado de Derecho en Honduras? ¿No será más bien que con la destitución de Zelaya, los hondureños están velando por la restauración del mismo? Que un presidente sea electo por voluntad popular no le da derecho a violentar las normas, ignorar el ordenamiento legal y a convertirse, por tanto, en dictador constitucional. No es que vayamos a decir ahora que queremos una armada electora. Fue el mismísimo presidente Zelaya quien hizo caso omiso de una orden judicial y, queriendo imponer su poder como primer mandatario, pretendió violar una disposición legal y romper la institucionalidad de los poderes públicos. Pero a Mel el bárbaro le salió el tiro por la culata; no contó con la astucia de los catrachos que le salieron al paso a romperle más de una cuerda a su guitarrita de mariachi.

Otras preguntas subyacen, sin embargo, ¿No era más razonable esperar las próximas elecciones presidenciales de noviembre y dejar que el pueblo hondureño expresara su descontento –o contento– mediante el voto? ¿No era también una opción válida acudir a los órganos jurisdiccionales, someter a juicio y –de ser preciso–, mandar a prisión al mandatario? Pero tampoco es fácil olvidar que la historia reciente de Latinoamérica nos muestra presidentes electos que se han valido de múltiples artimañas políticas para perpetrarse en el poder; cambiar leyes, cerrar canales de televisión, perseguir e impedirle el ejercicio de sus funciones a alcaldes popularmente elegidos, apresar y condenar a prisión a disidentes; sin mencionar sus conchupancias con guerrilleros, y su asquerosa adhesión a modelos revolucionarios obsoletos y anacrónicos que, hace más de un par de décadas, debían estar recogidos y en desuso por ineficaces. No es difícil concluir que todo esto pudo haber empujado a los protagonistas de este mal llamado golpe, y que en consecuencia, hayan evitado con un vuelo sin retorno a Costa Rica, que ‘el mariachi’ siguiera haciendo literalmente de las suyas.

Lo que dijo un hondureño en un blog que leí ayer me hizo reflexionar: «Yo prefiero ser libre pobre, que rico preso detrás de cualquier clase de barrotes».

Entonces, en vez de sacarme los mocos, quise conocer lo que dice la Constitución hondureña sobre la insurrección de los pueblos, a la hora de defender su orden constitucional:

ARTÍCULO 3.- Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador ni a quienes asuman funciones o empleos públicos por la fuerza de las armas o usando medios o procedimientos que quebranten o desconozcan lo que ésta Constitución y las leyes establecen. Los actos verificados por tales autoridades son nulos. El pueblo tiene derecho a recurrir a la insurrección en defensa del orden constitucional.
Tenemos mucho que aprender de este pueblo que se resiste a ser esclavizado y se levanta sin derramamiento de sangre; un pueblo cuyas Fuerzas Armadas acuden al mandato de la soberanía nacional haciendo oídos sordos a injerencias y poniendo de manifiesto la autodeterminación de su pueblo. He aprendido que en cuanto a reelección dice la Constitución hondureña:

Art. 272.- "Las Fuerzas Armadas de Honduras, son una Institución Nacional de carácter permanente, esencialmente profesional, apolítica, obediente y no deliberante. Se constituyen para defender la integridad territorial y la soberanía de la República, mantener la paz, el orden público y el imperio de la Constitución, los principios de libre sufragio y la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República".

Más claro no canta un gallo. Este es un no rotundo a la reelección. Los hechos del pasado 28 de junio en Honduras deben ser analizados a la luz de su propia Constitución. No es la OEA, ni Chávez, ni Correa, ni Cristina, ni Evo y, como dijera el hondureño de arriba, “mucho menos Ortega” quienes van a venir a dictar cátedra en Honduras. ¿Y qué va a decir ahora la OEA si hace menos de un mes en el foro americano votó a favor de abrirle las puertas a Cuba? Nada menos que a Cuba, un país donde se han cercenado todas las libertades durante cincuenta años. ¿Qué va a decir de Honduras un organismo que le ha otorgado a la China un lugar permanente en su seno? Nada menos que a la China, un país que no ha hecho más que torturar, explotar y matar Tibetanos.

Y esto fue lo que le contestó Lourdes la hondureña, a una venezolana que se atrevió a opinar en su blog, en contra de los sucesos de 28: «Yo me siento muy orgullosa de mis Fuerzas Amadas, porque ellos sí están con el pueblo, que es la mayoría. No queremos más atropellos a nuestra libertad. Te invito a que vengas a mí país y te des cuenta de lo que esta pasando; que Gracias a TU PRESIDENTE y a MEL, su marioneta, mi país ha estado peor que nunca en los últimos meses. Es cierto que fuimos los hondureños los que pusimos a MEL en la silla presidencial, pero no es menos cierto que somos nosotros mismos los que queremos que se largue y nos asiste el derecho a quitarlo. Si no vives en Honduras no debes incitar a que la gente esté en contra de lo que la MAYORÍA de los que estamos aquí no queremos.
Soy una mujer orgullosa de haber nacido en este país. Amo la libertad, la paz, la democracia y en ningún momento estoy de acuerdo con los atropellos a los que fuimos sometidos por el gobierno chavista de Mel Zelaya; gobierno donde sólo hubo corrupción, donde aterrizaban avionetas repletas de droga –que casualidad que sólo lo hacían en el departamento de Olancho, de donde es oriundo ese traidor a la patria– y nunca se hizo nada por investigar; donde hay hermanos muriendo por la gripe porcina, por muertes violentas a diario, donde hay centros educativos sin clases, hospitales sin medicinas etc. ¿Y él que hizo? Nada porque solo pensó en su voraz sed de poder. A las personas que viven fuera de este glorioso país y desconocen nuestra realidad, con toda educación les pido que no opinen.
Zelaya es un lobo vestido de cordero. No lo queremos en Honduras. Queremos un país donde esté garantizada la democracia, donde los hondureños puedan nacer, vivir y desarrollarse en libertad, no queremos derramamiento de sangre porque todos somos HONDURAS. Pido a mi DIOS que nos proteja, que ilumine nuestras mentes y las de nuestros gobernantes para que saquemos este país a flote y le demostremos al mundo que somos un pueblo unido y pacifico, pero que nos alzaremos para defenderlo y no perder nuestros derechos. En el centro de nuestro escudo nacional dice: REPÚBLICA DE HONDURAS LIBRE, SOBERANA E INDEPENDIENTE. Prefiero morir antes que vivir con un bozal y que otros piensen y decidan por mí».

Pa’ alante, que ya la luz cambió.

Elsa J Varela. Julio/09

viernes, 5 de junio de 2009

El dato


Tulo anda perdido otra vez. En la casa han desistido de buscarlo, porque la última vez que lo vieron mostraba un semblante muy dispuesto. Fue allí en la mesa. Su rostro resplandecía con visos de arrojada decisión; esa que él acostumbra a mostrar cada vez que en su mente bulle una nueva idea. «Pronto aparecerá campante, explicando el resultado de otra de sus expediciones impredecibles». Así justifican todos en la casa el fracaso en la búsqueda, ante lo que amenaza ser una nueva ausencia temporal.
Aristóbulo —que es su nombre de pila—, es un joven de diecisiete años, alto, delgado, fuerte y muy bien parecido. Pero él no sobresale por esto, sino por su obstinada persecusión del dato preciso.
El joven es el menor de cuatro hijos en una familia en la que a nadie, excepto a él, se le ocurrió nunca mostrar el más mínimo apego por los estudios. «Son tres burros de frente y de espaldas»: comenta él mismo de sus hermanos con sus amigos. Su presencia siempre incomoda. Sus maestros y compañeros de clase, aunque lo adulan, le muestran una rara admiración, mezcla de envidia y temor, que el joven aprovecha para imponer su raro liderazgo. Lo que él no sabe es que en la escuela todos creen que está loco; que la tal admiración que le prodigan no es más que el miedo que les infundió desde el día en que se presentó al salón con una caja llena de culebras.
Sus hermanos, dos obreros de la construcción y un estibador del puerto, conocen del mundo sólo hasta donde su madre, Faustina los conduce a retazos, en esas ocasiones en que los cinco coinciden en la mesa familiar. Tulo no pierde un solo dato de los relatos de su madre y, con ellos, recompone a trocitos su árbol genealógico. Así supo que Pedro, su primo por línea paterna, mató a una desconocida —por gusto; porque sentado en el portal una tarde muy calurosa, el hijo de tu tío Francisco, vio venir a una muchacha de cabello largo que se meneaba debajo de una sombrilla y como si le hubieran dado una orden, fue, buscó un machete y la hizo pedazos en plena calle— les dijo Faustina. También por esa fuente se enteró Tulo de que su tía Aura, la hermana menor de su mamá, había incendiado la casa de los vecinos en un arrebato de rabia. Dice que eso pasó un día en que le negaron a Aura un poco de azúcar que había pedido para endulzar un café. Les contó además cómo su abuelo paterno, ya viejo y cansado, se había suicidado con siete ladrillos... «Bueno, se amarró dos en el cuello, uno en la barriga y dos en cada tobillo y se lanzó al río Magdalena en vísperas de Pascua», se adelantó esa vez Faustina para ganarle a la curiosidad de Tulo.
Para los hermanos de Aristóbulo, las historias de Faustina no son más que anécdotas festivas que amenizan la reunión en la mesa. Para Tulo no. Él insiste en el dato; pregunta e indaga detalles con los familiares o los más allegados a la casa. Sabe que los cuentos de su madre no terminan donde ella se detiene; por eso los rastrea hasta el último vericueto. El lunes se retiró de la mesa mucho antes que su madre terminara el cuento de su otra hermana.
Es jueves y todavía Tulo no aparece. Faustina dice resignada y confiada:
―Ya aparecerá. La noticia es tan vieja, que ya se pudrió. Por eso apesta tanto aquí en la casa.
Y los hermanos ni levantan la mirada a ver si se lo llevó una nube. Si lo hubieran hecho, se habrían dado cuenta de que el mal olor que hay sale del frondoso níspero del patio. Ahí está Tulo, colgado desde el lunes.

viernes, 1 de mayo de 2009

CASI NADA

Lo que acompaña a un hombre en su soledad, eso que nadie puede darle ni quitarle, es más esencial para él que ninguna otra posesión. Lo que él pueda parecer a los ojos de los demás le importa muy poco. En la soledad más absoluta, un hombre de talento encuentra con qué divertirse sana y agradablemente, mientras el ser limitado, por más que vaya a fiestas, espectáculos, paseos y diversiones, no llegará a sofocar el tedio que le atormenta. Un carácter bueno, moderado y dulce, encuentra la felicidad en sus pensamientos y en su propia imaginación, aún en la indigencia. Todas las riquezas sin embargo, no pueden satisfacer a un carácter ávido, envidioso y perverso. En cuanto al hombre dotado con permanencia de una individualidad extraordinaria, espiritualmente superior, puede prescindir de la mayoría de los goces a que el hombre común aspira generalmente; además, no son para él más que un trastorno y un peso.
Decía San Juan: «Para vivir necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito muy poco». También Sócrates decía viendo algunos objetos de lujo expuestos para la venta: «¡Cuántas cosas hay que yo no necesito!»