jueves, 30 de abril de 2009

CIRUGIA VERBAL AL ALCANCE DEL WANNABE


Todos, antes de ser "lo que" somos, en algún momento de nuestras vidas y con desmedido fervor, hicimos más de una imbecilidad con el propósito de parecer ser. Es decir, sin excepción, cada uno nace con un wannabito adentro. Y aunque éste nunca muere, ―afortunadamente, para algunos―, su fase es pasajera y termina cuando agoniza la ilusión y nace la idea. Para los arribistas y los nuevos ricos, grupitos que se abultan girando en sus propias órbitas, el wannabe state of mind es difícil de erradicar.

La comida, la ropa y ―ah, no me diga que no―, la gente y sus palabras, necesitan airearse para no descomponerse. No hay un solo aburrido que, ya sufriendo en carne propia el eco del tiempo y sus estragos, pueda resistirse al baño de vitalidad que infunde el simple uso de una palabrita nueva. Los analgésicos del yo, esos vocablos que maquillan la cara más dura de nuestra realidad, listos siempre en la punta de cualquier lengua, obran magias en nuestra desolada humanidad. Y sorprenden, tanto por la forma en que proliferan y se esparcen en distintos estratos sociales, como por la facilidad con que encuentran caldo de cultivo entre los wannabe.

Esta especie tan interesante se suscribe a boletines, postea en foros, hace contactos, se hace tatuajes, perforaciones y hasta utiliza herramientas que le sirvan para aprender a ser igual a las personas que admira. Y dado que defiende una bandera prestada, rebautiza casi todo intentando ponerle nueva cara a un mismo e inmutable dolor: la insatisfacción. En este orden de cosas, el wannabe no se estira las arrugas con laser: elimina sus líneas de expresión. ¡Y uno pensando que las líneas de expresión eran los primeros trazos de las letras! Tropezamos así con las patéticas e irreconocibles sexagenarias wannabe que nos confiesan ―con una sonrisita torcida―, que dieron con un médico que hace milagros con sus "arreglitos". Estos médicos ―también wannabes―, afinan diagnósticos y proporcionan la asepsia necesaria que hurta y sustrae información al paciente-cliente y lo libera de la tan indeseada realidad: la vejez. Es de ahí de donde salió la tan famosa y usada: “Te ves espectacular”.

La práctica de esta suerte de cirugía verbal es efectiva para todo tipo de trastorno del wannabe. El drogadicto, por ejemplo, es un ciudadano casi ejemplar y productivo si el terapista maquilla el diagnóstico con un: usuario de sustancias adictivas. Lo mismo sucede con el aborto; médico y paciente, automáticamente liberados de culpa, llegan directo al cielo, si en vez de esa palabra tan fea y dolorosa, rebautizan el procedimiento como: la interrupción voluntaria del embarazo.

Inundar la blogosfera posteando hipervínculos con hipertextos que hacen resonar los poderes explosivos de la palabra en la pantalla, no es dominio exclusivo del ipod generation. Los wannabes están en todas; no se pierden una y aparecen siempre en el mismísimo centro del impacto. Por eso cuando salen reventados en un choque, los abogados los rebautizan con un atenuante no menos alentador, metiéndolos en el saco de los: daños colaterales.

Existe, sin embargo un tipo especial de wannabe al que quiero referirme en particular: el wannabe filósofo. Son ésos que leen dos libros (no completos) y ya quieren saberlo todo; al punto de ofrecer tutorías sobre la forma absurda en la que funciona el mundo. Se sienten superiores y por ende se aíslan, haciendo contacto solamente cuando les dan la oportunidad de acotar alguna frase célebre de un apestoso existencialista anacrónico. Los rostros confundidos de la gente les sirven, además, para afianzar el falso desconsuelo de sentirse absolutamente incomprendidos.

Parientes cercanos de los wannabes son en Argentina los lámer y en Colombia los mañé. Seres que aspiran a ser algo sin saber mucho del área en que quieren involucrarse. Así, un mañé puede convertirse en el verdugo de un acto terrorista, aniquilar a un centenar de inocentes y al mismo tiempo sentirse orgulloso, porque lo que hizo detonar fue una bomba inteligente. O colaborar en una bestial carnicería, una vez que se la hayan pintado como una labor de higiene, participando en una matanza racista que le han vendido como una limpieza étnica. Porque de eso sí no hay duda: los wannabes son bastante pulcros.

Elsajvarela

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